viernes, 11 de noviembre de 2011

Txomin y Martutene, un aldabonazo a nuestras conciencias

Esta ha sido una semana dura. Después de un fin de semana aciago para la ciudad, son muchas las cosas que han salido a flote tras las inundaciones. Falta de previsión, falta de medios, errores y un sentimiento de abandono difícil de calificar por parte de las personas afectadas que han tenido ocasión, al menos en parte, de expresarnos lo que sienten en las dos reuniones celebradas en Martutene y en Txomin.
Tiempo habrá para analizar, valorar y tratar de mejorar las muchas cosas que no se han hecho bien. La primera de ellas y que es la que más nos ha sorprendido, la de no haber llegado a declarar la alerta roja ante la situación. Esto que parece haber pasado desapercibido es de una enorme trascendencia a la hora de destinar medios para atender la gravedad de la situación.
Ese análisis y la correspondiente asunción de responsabilidades deberá producirse en el ámbito que proceda y en el momento oportuno. Entiendo que en este momento, cuando todavía las consecuencias de todo lo ocurrido están a flor de piel, el cruce de acusaciones, el intento de escurrir el bulto por parte de unos y otros no hace sino acrecentar un profundo sentimiento de desconfianza e irritación que ha quedado más que patente tanto en Txomin como en Martutene.
Porque resulta difícil comprender en estos momentos que se utilice lo sucedido en clave de pugna política, aunque en ocasiones pueda estar justificado, cuando lo que se nos exige a todos es que lo utilicemos para tomar conciencia de una situación que no puede prolongarse por más tiempo.
Porque es cierto que como ciudad tenemos una asignatura pendiente, la del Urumea, desde Martutene hasta Ciudad Jardín. En estos últimos años hemos visto como la ciudad ha ido desarrollándose y regenerándose en otros ámbitos. En algunos más y en otros menos, en algunos sitios con más acierto y en otros no tan acertadamente. Pero Martutene y Txomin Enea parecen haberse detenido en el tiempo. Cada vez que paso por allí tengo la sensación de revivir mi infancia, porque lo que veo es lo mismo que veía hace 25 años, eso sí, 25 años más viejo.
Y lo sucedido el fin de semana nos ha puesto a todos esa realidad delante de nuestras narices. Es un aldabonazo a nuestras conciencias, un aldabonazo que debería servir para, de una vez, comprometernos todos con la regeneración de esta parte de la Ciudad. Creo que esta es nuestra obligación, por encima de otras consideraciones y por encima de críticas y autocríticas que podamos hacer. Porque llegados a este punto las disculpas y las promesas no sirven ya absolutamente para nada. Y me aplico el cuento.